En el corazón de todas las películas sobre Elvis Presley, incluso en las que aparece unos minutos, hay la misma pregunta: ¿Qué es Elvis? No es tanto que la formulen los cineastas, sino que las imágenes, como barcos, llevan pasajeros incontables: llevan a los guionistas, productores y directores; llevan al público, que no es una masa idéntica sino una colección de individuos, y en todos estos imaginarios, al menos hasta olvidar el rock & roll, Elvis será una ficción que abarca muchos opuestos: la insurgencia de una juventud que despertó viéndolo agitarse en el escenario y la satisfacción conservadora de someterlo en conciertos para los visitantes acaudalados de Las Vegas. También el ladrón original de la música negra y el embajador que la esparció hasta sus últimos días. No podemos verlo vestido de rosa o con sus capas de lentejuelas; caminando en Tennessee o cantando en Nevada, como un super personaje que se represente solamente a sí mismo, sino como un símbolo que no para de significar.
Fuente: Alonso Díaz de la Vega |